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1080, Mátame Lentamente

“Una muerte dolorosa, tortuosa y lenta” es la que propaga el veneno 1080, según una protectora de animales que lucha por frenar la matanza que lleva adelante Nueva Zelanda contra determinadas especies de animales que habitan bosques y humedales en diferentes regiones del país.

Me llamó mucho la atención ver pintadas contra el Departamento de Conservación (DOC) en algunas zonas de National Park, luego de una caminata que hice costeando las vías del tren que une Auckland con Wellington.

 

No hay mucho para hacer en este pueblo, es básicamente un lugar de descanso para aquellos que visitan la Montaña Ruapehu para hacer deportes de invierno o aquellos que se acercan a realizar el “Cruce del Tongariro” desde la primavera y hasta otoño.

 

El 1080 es un veneno que se utiliza para el control de pestes y se lanza desde helicópteros sobre zonas catalogadas como “en peligro” debido al aumento desmedido de ciertos animales que ponen en riesgo arboles nativos, plantas bajo conservación y otros animales por debajo de la escala alimentaria de estos otros.

 

Conejos, Ratas, Hurones, Possoms (didélfidos), Armiños y el gato cimarrón son los apuntados por el 1080 y el efecto es realmente letal, al punto de que muchos otros animales mueren en el camino si se cruzan con este veneno.

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Si imaginamos un bosque de 100km cuadrados, posiblemente no hay una manera realmente eficaz de controlar el incremento de la población animal para contener ese hábitat y solucionar este problema de conservación que data de años y nadie aún ha podido arreglar. Pero convengamos que lanzar veneno desde un helicóptero puede también traer efectos secundarios…

 

Los grupos que se oponen al 1080 justifican que hay cientos de animales de gran tamaño muriendo a causa de ello, que a veces este veneno puede ser ingerido por perros que merodean las zonas e incluso ha habido casos de personas siendo afectadas por el mismo al punto del fallecimiento.

 

Son muchos los grupos que se oponen al uso de este veneno, pero en Nueva Zelanda pareciera que existe una burbuja que todo lo absorbe y la realidad se esconde en algún pozo del hermoso país que deslumbra felicidad y perfección.

 

SPCA es la organización de protección animal más grande del país con presencia en todas las grandes ciudades y en muchas pequeñas. La oposición al uso del 1080 es clara y la exponen en cada espacio comunicacional, incluso lo han manifestado públicamente en eventos y entrevistas mediáticas. La propuesta es que se utilicen otros métodos que son más direccionados, como las trampas.

 

“Farmers of NZ” es otro grupo reconocido en el país que se dedica principalmente a la horticultura y ganadería y se opone al uso del veneno ya que justifica que el gobierno se basa en mentiras para intentar lograr su apoyo. Según publican en sus redes sociales, es mentira que los Possoms y las ratas se alimentan de pájaros y huevos, siendo que esto solo representa el 1% de su dieta.

 

Cada tanto se realiza una manifestación en contra del 1080, pero siendo que existe un estado de vegetación en general en la población, la participación es mínima y esta pasa bastante desapercibida. No hay grandes movimientos ni luchas continúas, son reclamos aislados que obviamente tienen un impacto ínfimo en la agenda del gobierno y, por ende, “siga, siga”.

 

La pintada contra el 1080 realmente me llamó la atención porque prácticamente no existen este tipo de acciones en Nueva Zelanda. Sin embargo, este relato, que se inició con un análisis y un diagnóstico sobre la situación, es meramente un caso aislado en la realidad de un país que esconde todas sus miserias y todos sus problemas.

 

Todo se tapa, prácticamente no hay divulgación de ciertas cosas que ocurren y que si una indaga y profundiza descubre que hay muchos grupos e individuos en contra, con argumentos y pruebas de que efectivamente ciertos temas merecen una revisión.

 

Siga, Siga, que aquí no ha pasado nada.

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