Inundación de La Plata
Me tocó vivir muy de cerca la inundación de La Plata y la recuerdo como si hubiese sido ayer. En ese entonces vivía en pleno centro platense y había dejado mi viejo departamento el 31 de marzo para mudarme a lo de un amigo, que afortunadamente habitaba un piso 7 del casco urbano. El hogar que dejé 2 días antes era en un subsuelo que daba al pulmón del edificio, quedó bajo el agua.
Justo en ese entonces estaba sin trabajo y por ende con mucho tiempo libre. Me sumé a colaborar con el Ateneo Eva Perón en la distribución de donaciones para los barrios más humildes de las afueras de La Plata. La realidad era que las iglesias del centro platense se llenaron de personas que venían a colaborar, pero la gente de los barrios más vulnerables no tenía forma de trasladarse al centro, había que acercarse a ellos si de verdad queríamos ayudar.
El por entonces director del Registro de la Propiedad de la Provincia de Buenos Aires, Pocho Prandini, puso a disposición nuestra 2 camionetas del organismo para poder acercar donaciones a los barrios más carenciados de las afueras de La Plata.
Me tocó ver momentos dramáticos: personas que habían sufrido la muerte de un ser querido, familias enteras que habían perdido todo (muchas de ellas de por sí tenían muy poco, pero cuánto les había costado obtener) y casas tapadas por el agua, literalmente.
Llegaban camiones de todos lados, la ayuda era inmensa, pero desafortunadamente la mayoría de lo que llegaba era ropa, y luego de unos días ya no era tan necesaria, sino que hacían falta colchones, comida y elementos de limpieza. Era un momento muy duro para miles de personas.
El número real de fallecidos nunca se supo, pero de seguro no son los que se informaron de manera oficial en aquel entonces. Puedo confirmarlo porque me tocó hablar con muchos vecinos que habían perdido familiares o conocidos. La suma superaba lo que informaban las fuentes oficiales.
El por qué ocurrió es un tema muy amplio para abordar, hay responsabilidades múltiples, desde los cambios en el código de ordenamiento urbano hasta la recolección de residuos, pasando por el enorme caudal de agua de lluvia que cayó en esos dos días de temporal.
Nos quedamos sin luz y estábamos incomunicados. Me encontraba en el piso siete y mi perrita temía la oscuridad de las escaleras. Me tocaba subirla a upa para bajar y subir cada vez que había que sacarla. Los helicópteros también la asustaban, no paraban de volar alrededor del edificio.
Fue en uno de sus paseos que justo me vieron los compañeros del Ateneo desde una camioneta llena de donaciones y me gritaron que subiera para darles una mano. Había que ir a llevar unas cuantas bolsas de ropa a una pequeña iglesia, en un barrio alejado, para que pudieran distribuirlas entre los vecinos. Y allí fuimos, los dos, Angela y yo.
Viví muchos momentos gratos durante lo malo de la experiencia. Recuerdo que un día nos fuimos a buscar donaciones a los predios del ejército en City Bell. Tenían galpones llenos de donaciones y nos dejaban llevar todo lo que necesitáramos, pero antes nos pidieron una mano para descargar dos camiones que recién había llegado provenientes del interior del país. Hicimos un pasamos entre gente de Cruz Roja, soldados del ejército y nosotros. Ser parte de ese equipo, en ese momento, era más que gratificante.
Esa misma noche tenía planeado irme a dormir temprano, había sido una jornada dura. Pero a las 22:30 recibí un mensaje de mi amigo David para decirme que había llegado un camión de la Fundación Axel (el cantante), proveniente de Banfield, y que había que descargarlo entero en un galpón que disponibilizaba el Hipódromo de La Plata. Juro que nunca había visto un camión tan grande, era de los más largos que existen. Terminamos a las 2am y éramos no menos de 30 personas laburando.
La mañana siguiente fuimos en busca de colchones. Era lo que más nos pedían, era lo que la gente necesitaba ya que estaban durmiendo en el piso. Se sabía que muchas de las donaciones que manejaba el gobierno estaban llegando a la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, mi segunda casa. Los medios informaban que a los voluntarios los obligaban a usar una pechera de La Cámpora y que no se podía entrar sin ser de la organización.
Nos acercamos y nos encontramos con decenas de jóvenes ayudando a distribuir todo tipo de donaciones. Había gente de La Cámpora, sí, pero también de muchas otras organizaciones y muchos otros voluntarios "sin remera". Queríamos colchones, el objeto de valor más preciado por ese entonces, por lo que fuimos directamente al que estaba al mando: El Cuervo Larroque. Le hicimos el pedido, tomo nota en una libreta y nos prometió hacerse cargo de lo solicitado. Esa misma tarde llegaron algunos colchones al lugar que le habíamos indicado.
Durante esos 10 días más que movidos hice una recolección de las noticias que estaban circulando sobre la inundación de La Plata. Confeccioné un archivo PDF que luego utilizamos puertas adentro del Ateneo para analizar la comunicación sobre el temporal:
El último día que descargamos un camión fue en el propio Ateneo, ubicado a dos cuadras de la Terminal de La Plata. Eran donaciones que llegaban desde Córdoba y que habían traído un grupo de bomberos voluntarios en un humilde camión. Fue hermoso, sentía que el país entero se había unido para ayudar a los damnificados.
Hoy, 2 de abril de 2021, se cumple un nuevo aniversario de aquella tragedia que marcó cientos de vidas. También dejó muchas enseñanzas y permitió que por al menos un momento, o un par de días, todos estuviésemos en la misma lucha.