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¿La salida es Ezeiza?

1.013.414 argentinos viven en el extranjero según los últimos datos publicados por la ONU. Este número representa, aproximadamente, y teniendo en cuenta cifras del último censo y su % de actualización aplicado, un 2,7% de la población. En comparación con otros países, es una cifra considerada medio-baja. 


La discusión sobre si la salida a los problemas de Argentina es Ezeiza o no suele aparecer en las redes sociales, principalmente en Facebook y Twitter. Muchos tildan a ese más de millón de personas de traidores, y claro, a todos aquellos que opinan a favor de abandonar el país en busca de algo mejor. 
 

El grupo a favor de emigrar se excusa en que éste es un país inviable, que es imposible progresar y que no hay luz al final del túnel que a veces parece eterno. La discusión entre irse o no aparece regularmente cuando surge algún conflicto nacional o algún dato que golpea fuertemente los bolsillos de los argentinos. 
 

España y Estados Unidos son los dos destinos más anhelados, sumando más del 50% de aquellos migrantes. Países vecinos como Chile y Uruguay también aparecen en la lista, mientras que Italia e Israel se suman a aquellos en territorios lejanos. Australia y Nueva Zelanda vienen creciendo hace varios años y sus visas y residencias son cada vez más deseadas. 
 

En el año 2020, en medio de una pandemia mundial, una fuerte crisis económica, el crecimiento del desempleo, la renegociación de la deuda, la discusión por el aborto, la muerte del Diego y tantos otros hechos históricos, la discusión apareció cientos de veces: La salida es Ezeiza, ¿o hay que quedarse a luchar por el país?
 

A comienzos de año el Diario La Nación publicó una nota indicando que muchos jóvenes profesionales elegían irse del país para poder desarrollarse. Si hablamos del futuro de Argentina, podemos pensar que los jóvenes son determinantes y si los jóvenes pierden la esperanza de luchar por algo mejor, el futuro es incierto.
 

Cuando vemos las batallas más recientes, como, por ejemplo, por la legalización del aborto, o cuando se lucha por el medio ambiente o los derechos de los animales, la gran mayoría de los que ponen el cuerpo son jóvenes (y principalmente mujeres). ¿Qué pasaría si todos esos se van, o incluso quedándose se rinden o bajan los brazos?
 

“Yo me quiero ir a Europa, pero a un lugar que no esté lleno de argentinos” comentaba Abby en Twitter. “Hasta el 2015 volvían hasta los científicos, ahora se quieren ir todos” decía Fernando a comienzos de 2020, cuando Alberto Fernández recién asumía. En una frase el cansancio y en otra el progreso. En la primera esa que lo lleva a uno a explotar cuando se toma el subte en hora pico. En la segunda, la idea de que podemos apostar al desarrollo del país.
 

Quizás la primera pregunta es: ¿Por qué se quiere ir la gente que anhela vivir afuera? La realidad es que existen muchos factores y su acumulación puede justificar el exilio. También es cierto que cada vez hay más posibilidades para irse, el mundo se volvió un pañuelo y hay muchas visas de trabajo, permisos temporales, maneras de obtener ciudadanías y demás que facilitan el vuelo desde Ezeiza. 
 

Entre los temas que más preocupan a los argentinos (más allá del actual Coronavirus), se encuentra la inflación: Argentina aparece en el segundo puesto a nivel continente y en el top 5 a nivel mundial. La pérdida de poder adquisitivo es una constante desde hace décadas y en países como EE.UU, Australia o casi toda Europa, la inflación prácticamente no existe. 
 

Este índice, contrapuesto, se puede trasladar a las tasas de interés para el acceso al crédito, donde, por ejemplo, en Nueva Zelanda la tasa para un crédito personal ronda el 2,5% y en Argentina supera el 50%. Con respecto a la presión fiscal, estamos dentro del promedio mundial, aunque un poco por encima a nivel regional. Según la OCDE, Dinamarca (otro destino que comienza a crecer entre los jóvenes), es el de mayor presión fiscal a nivel mundial. Sin embargo, Argentina es uno de los países con mayor cantidad de impuestos.

 

El Peso Argentino se ubica 6to entre las monedas que más se devaluaron en el año 2020 (48%). Las primeras cinco: Venezuela, Zimbabue, Líbano, Siria y Sudán. Todos países en crisis sociales, conflictos civiles, crisis económicas fuertes o conflictos bélicos. Dentro del ranking, de los principales países productivos del mundo aparece Brasil, con una devaluación del 20%, menos de la mitad que la nuestra. 
 

El desempleo en Argentina se ubica alrededor del 12% y no parece ser un problema en comparación con otros países del mundo, aunque claro, los países lo miden de diferente manera. España y Grecia son los dos más complicados en Europa (Bosnia y Serbia también se meten en la lista) y Venezuela y Brasil son los más altos a nivel regional. Más allá del número, el miedo a perder el empleo, las condiciones laborales, el nivel impositivo y demás aparecen como grandes preocupaciones entre los trabajadores de nuestro país. 

 

La seguridad puede medirse desde hechos delictivos puntualmente (aunque claro, hay miles que no se denuncian) y también desde una percepción (o la denominada “sensación de inseguridad”). En datos concretos de nuestra región, Argentina es un país promedio a nivel seguridad, similar a Chile y Uruguay, mientras que México y Venezuela se encuentran en los peores casilleros y Brasil y gran parte de Centroamérica se ubican por encima nuestro también. Ahora, en las típicas encuestas de “qué les preocupa a los argentinos”, la inseguridad (percepción) siempre se ubica en el top 5 de las preocupaciones.
 

Datos del Ministerio de Seguridad arrojan que año tras año la cantidad de homicidios sigue bajando y en el 2020 se mantuvo por debajo de los 2.000. Si bien no deja de ser un número alto comparado con aquellos países a los que se desea emigrar, la frase “te matan por un celular” está entallada en el argentino y la argentina promedio.
 

La cantidad de presos en las cárceles argentinas creció un 75% en la última década y superó los 100.000 entre procesados y condenados, siendo el delito de robo y tentativa de robo el principal, con el 39% de casos. Lo sigue el consumo de estupefacientes con 16%, el abuso sexual y violaciones con 14% y el homicidio con 13%. 
 

Vale repetir que es sabido que hay miles de casos que nunca llegan a denunciarse y tantos otros que quedan impunes, pero siempre es bueno analizar las pocas cifras que se conocen. 
 

El “Índica de Paz Global” es considerado como uno de los mejores sistemas de comparación para medir la paz desde el punto de vista político y social. Tiene en cuenta factores como riesgo de conflicto, costo de seguridad y luchas socioeconómicas, entre otros. Entre 163 países analizados (Afganistán en el último puesto e Islandia en el número 1), Argentina se ubica en el puesto 74, superado por Costa Rica (32), Uruguay (35), Chile (45) y Panamá (56) en Latinoamérica. 
 

Nueva Zelanda (2), Dinamarca (5), Canadá (6), Australia (13), Alemania (16), Italia (31) y España (38) superan ampliamente nuestro país, pero Estados Unidos se ubica en el puesto 121, habiendo caído varias posiciones desde la asunción de Donald Trump. 
 

El análisis puede ser eterno: pobreza, corrupción, desigualdad, acceso a la educación, a la salud, medio ambiente, sistema de transporte, burocracia, avances científicos, infraestructura, precio de inmuebles, etc. Existen miles de estadísticas para analizar, pero irse del país no es solo una cuestión racional, sino también emocional. Entonces… 
 

La segunda pregunta, y claramente existan cientos de factores relacionados con la situación personal de cada uno, los valores, la personalidad y la historia particular, que hay que hacerse es: Los que se fueron, ¿qué extrañan? ¿Qué dejaré atrás que me pueda llegar a tirar a volver?
 

“Eso de extrañar es un verso. No se extraña un país, lo que se extraña en todo caso es el barrio pero también lo extrañas si te mudas a 10 cuadras. El que se siente un patriota, que cree que pertenece a un país es un tarado mental. La patria es un invento. ¿Qué tengo que ver con yo con un tucumano o con un salteño? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos y eso sí se extraña, pero se pasa. Lo único que te digo es que si tenés la chance de irte de Argentina la tenés que aprovechar. Es un país donde no se puede ni se debe vivir, te hace mierda. Si te lo tomás en serio, si pensás que podés hacer algo para cambiar te hacés mierda. Es un país sin futuro, está saqueado y depredado y no va a cambiar. Los que se quedan con el botín no van a permitir que cambie. Argentina es otra cosa, no es un país, es una trampa. La trampa es que te hacen creer que puede cambiar. Lo sentís cerca y siempre te cagan. Lo único en que podés pensar es en tratar de sobrevivir y no perder lo que tenés”. Fragmento de la película Martín (Hache) con Federico Luppi como relator de estas palabras. 
 

En un grupo de Facebook llamado “Argentinos en Nueva Zelanda” se trata el tema mientras ya es primero de enero a la tarde en el país, pero en la vieja casa la familia está por brindar por año nuevo. Algunos mandan saludos de feliz año subiendo una foto con otras 22 personas de las cuáles la mitad no sabe el nombre (y posiblemente no pueda llegar a pronunciarlos tampoco). Otro grita con signos de exclamación que lo daría todo por estar festejando con su viejo ya que los abuelos partieron con el Covid en la sangre. Una piba joven sube el Emoji de la carita llorando diciendo que acá no hay comida como la de la vieja.
 

Algunos extrañan el barrio, eso de irse a tomarse al tren y cruzarse vecinos y amigos de toda la vida. Otros no paran de postear fotos de sus perros que tuvieron que quedarse porque traerlos cuesta casi cinco mil dólares. Amigos nuevos siempre se hacen, pero la vieja, el viejo, los hermanos, las hermanas y los nonos son irremplazables. Algunos, vaya uno a saber la historia personal que arrastran, tuvieron que dejar a sus hijos atrás. 
 

La comida, el club de sus amores en el cuál jugaban al básquet, el club de fútbol que los llevaba al estadio en cada domingo, ese recital de La Renga, Ciro o La Vela Puerca, esa discusión acalorada en el trabajo sobre la baja de la edad de imputabilidad, quién mató a Nisman o la excarcelación de Delia. La pasión por algo, que no se desarrolla fácilmente de grande. El abrazo de un amigo de verdad, las palabras sentidas de un familiar querido, la mirada de tu perro que creció a tu lado y te esperó tantas noches tirado contra la reja del portón de tu casa. 
 

La respuesta a la pregunta si la salida es Ezeiza o no es muy personal. Cuáles son los motivos individuales por los cuáles alguien se quiere ir. Qué extrañará esa persona estando lejos de su país. Si se queda a vivir en Argentina, ¿luchará para que el país cambie? ¿cuántos argentinos luchan por algo? Negar el individualismo, más allá de la bandera, es algo difícil de sustentar. Tildar a alguien que se fue de traidor a la patria, cuando se vive en una grieta repleta de odio, es un tanto injustificado. ¿Tenemos patria? ¿Nos sentimos argentinos más allá de cuando juega la selección (y gana…)? 
 

Irse del país representa miles de preguntas y pocas respuestas. Está en cada uno procesar el sentimiento, las ganas de quedarse o de irse, la lucha de vivir afuera (porque tampoco es fácil, más aún siendo extranjero) y el por qué no: volver a Argentina en algún momento para seguir intentándolo. 
 

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