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El Amor en Tiempos de Dujovne

Inténtalo Ahora I

Todo comenzó cuando uno de los integrantes del equipo tomó la decisión de abandonar el barco y partir en busca de nuevos horizontes, en busca de un cambio rotundo de vida que ni él mismo había imaginado hacía poco tiempo atrás. 


Cambiar de vida, o lo que se suele denominar de tal manera, nace con un combo explosivo que en algún momento detona. Similar a cuando se produce una ruptura en una relación, suele ser por una suma de ingredientes que conforman la ensalada que lleva al final del camino de la alimentación, o sea, a la mierda. 

Ezequiel no lo entendía: "¿ahora que volvió el kirchnerismo te vas?" preguntaba en parte con gracia y en parte con verdad, porque aquel que dejaba la oficina era un férreo peronista que había debatido hasta el cansancio con los colegas macristas, o anti kirchneristas. 

 

Él no profundizaba en la respuesta, pero chicaneaba con que el hecho de que haya un 40% del país que seguía apoyando a un gobierno neoliberal como el de Macri le bastaba para querer irse. Claramente no era por eso, pero sí era un componente adicional, que le servía para dar el salto. De igual manera la decisión se había gestado, y tomado, antes de las elecciones, cuando se dieron diferentes situaciones personales, y reflexiones que jamás compartiría con nadie, que lo llevaron a buscar una VISA de trabajo en otra parte del mundo y un pasaje sólo de ida hacia aquel destino.

 

Un filósofo reconocido decía que el dulce de leche se revuelve dentro del tarro mientras nosotros dormimos y el frasco se ubica en el fondo de la heladera. Cierto o no, eso comenzó a pasarle a varios de sus compañeros, algo empezó a revolverse por dentro, aunque nadie llegaba a verlo. 

 

_ ¡Yo en un mes voy a estar en una isla, tomando una cervecita en la playa y vos vas a estar acá respondiendo mails y yendo a reuniones con la gente de sistemas!
_ ¡Puede ser! Pero ojo, que en muchos más meses no creo, ya veremos. 
La respuesta de Cris fue entre risas y guiños, pero algo de cierto había en ella. La duda se había sembrado en gran parte del equipo, ahora que uno se iba todos comenzaban a preguntar, "¿y si yo me voy también?"

 

En cada cambio que uno afronta siempre debe poner en la balanza cuánto tiene por ganar, y cuánto pierde. Lo real en ese cálculo es que uno es más tangible, lo que pierdo, y el otro es meramente estimativo, lo que podría llegar a ganar. Ahí fue donde Fede armó un Excel y comenzó a anotar en la columna lo que tenía y lo que podía tener. Pero la realidad es que no había una formula que permitiera llegar a un resultado concreto, porque la experiencia, lo que se gana cuerpo y mente para adentro, no se puede ni estimar ni medir, hay que vivirlo.

 

Pero el miedo siempre entra en juego a la hora de tomar decisiones, "qué pasa si no consigo trabajo", "y si en dos o tres años vuelvo, ¿quién me contrata con 35 años acá?", "¿haré amigos nuevos? a esta edad no es tan fácil, además me pierdo todo lo que hacen los chicos acá". 
La balanza comienza a inclinarse, se suma la casa, el perro, la familia, el sueldo, las cosas materiales... En la otra columna solo aparece la palabra "incertidumbre". 

 

Pero para otros no hay mejor palabra que "incertidumbre", que "aventura", que "falta de previsibilidad". Para algunos, lo lindo de la vida es la sorpresa, es el descubrimiento. 
Si bien muchos tenían miedo, deseaban hacerlo, y se lo decían de muy buena leche a Pablo: "Es hermoso lo que vas a hacer, ojalá yo pudiera, te deseo lo mejor". Él por dentro pensaba, "podés hacerlo", pero no lo decía. Igualmente sabía que no era tan fácil hay cosas (por no decir personas) que te atan. 

 

Él lo había perdido todo, o incluso, nunca había contado con fuertes raíces, como son los amigos y la familia. Pablo se había ido afuera de chico con su familia y luego le tocó moverse por diferentes lugares, por lo que no tenía ese grupo de amigos infaltable. Su familia vivía lejos y su hermano ya hacía un tiempo deambulaba por Asia, no era una gran atadura para quedarse en Buenos Aires. La novia lo había dejado unos dos años atrás y jamás pudo rehacer algo lindo, aunque su mente tampoco se lo permitía demasiado. Su perra había pasado a mejor vida a mitad de año, ingrediente final para su propia ensalada. 

 

Pablo estaba decidido, pero antes de estarlo su mente tuvo que hacer un cambio.

Inténtalo Ahora II

El tipo tenía pelo largo, despeinado, una barba desordenada y patillas a lo Kicilof, aunque no le quedaban tan bien como al ex ministro y ahora gobernador. Tampoco tenía la sonrisa de Axel, pero no quiero detenerme en aspectos físicos, lo llamativo de este tipo era su postura a la hora de pararse en la esquina de Córdoba y Callao, a punto de cruzar el semáforo.


Pablo lo veía desde el bondi y se preguntaba, ¿por qué no cruza? ¿estará esperando a alguien? Pero el tipo miraba el semáforo, el que tiene el tipito que te indica cuando cruzar y el segundero, y éste se mostraba en un blanco perfecto, indicando que era el momento de aprovechar el paso. 


Pablo había tomado la decisión de usar menos el celular, lo indispensable dentro de lo posible, por lo que durante sus regresos del trabajo buscaba siempre un asiento junto a la ventana para mirar el, pongámosle, paisaje de Capital Federal. Un hermoso recorrido desde la Terminal Madero hasta Córdoba y Scalabrini Ortiz, pasando por Microcentro, Tribunales, Barrio Norte y Palermo. 


Rara vez había algo interesante para ver, salvo lo típico: motos zigzagueando a toda velocidad y estacionando sobre el paso peatonal, bondis a las puteadas con los tacheros que manejan lento intentando seducir a los que esperan en las paradas de los colectivos, cartoneros arrastrando sus carros por el medio de la avenida mientras buscan el pan nuestro de cada día, y gente que camina a las corridas, entre empujones y tropiezos, por las veredas de nuestra querida ciudad de la furia.


El blanco se transformó en un segundero, el Kicilof del conurbano se alistó para la corrida, mirando atentamente cómo corrían los segundos. Esperó y esperó, calculando cuándo era el momento de dar el primer paso. Y allí se animó, faltando cinco segundos, inició la corrida a toda velocidad para alcanzar la vereda contraria justo cuando finalizaba el tiempo y cuando los autos comenzaban a despegar. 


Festejó con brazos en alto haber alcanzado la orilla contraria, exhaló sonriente y apretó sus puños: había alzando su objetivo, y se había llevado alguna que otra puteada mientras lo hacía. No le importaba, él era feliz, él tenía algo para festejar.


Pablo empezó a pensar en qué tenía él para festejar. ¿Cuánto hacía que no levantaba los brazos hacia el cielo con una sonrisa de satisfacción plena?. Quizás él es un tipo un poco más exigente, sí, no festeja cruzar la calle antes de que lo atropellen, pero cuáles eran sus metas que lo invitaran a un verdadero festejo. La realidad era que casi todos sus objetivos, al ser cumplidos, solo traían alivio. Siempre fueron obligaciones auto-impuestas que luego traían un descanso momentáneo, para luego comenzar en busca de nuevos desafíos. 


Empezó a pensar en que gran parte de su vida, o va, toda su vida adulta, había estado persiguiendo objetivos que debían construir "lo que soy". De manera que durante muchos años siempre fue detrás de títulos y crecimiento laboral, eso que supuestamente te indican quién sos: abogado, contador, gerente, jefe, licenciado, magister... Pero, "¿es eso lo que soy?", comenzó a preguntarse. 
Es típico, sobre todo en citas, que te pregunten "¿qué hacés de tu vida?". La respuesta suele ser de lo que uno trabaja, y se suma lo que uno estudia. Pero, ¿tiene que ser así? Bueno, existe cierta carga social, difícilmente una chica se sienta atraída por alguien si al preguntar a qué se dedica la respuesta sea: "espero a que el semáforo del peatón llegue a cinco segundos y ahí corra para cruzar Avenida Córdoba". 


Pero más allá de las citas, que son gran parte de nuestras vidas, no lo vamos a negar, y de esa gran carga social que existe y que nos empuja a "tener que ser alguien en la vida", Pablo empezó a pensar en "qué quiero hacer", dejando un poco de lado ese supuesto "qué quiero ser".
Ese fue el momento en que Pablo hizo el click. 

Inténtalo Ahora III

_ Bueno, contamos, ¿qué vas a hacer allá?
_ La verdad que no tengo idea, me voy con una visa de trabajo por lo que podría laburar como un ciudadano más, pero de momento no sé si tengo ganas, voy a ver qué onda cuando llegue.
_ Pero te llevas ahorros, ¿calculaste cuánto tirás con eso allá?
_ Sí, me llevo algo, pero voy a ver, hay lugares que son muy baratos, capaz me escape para aquel lado. Mi hermano ahora está en Vietnam y gasta 200 dólares por mes en hospedaje y morfi y se la pasa en una playa paradisíaca. 
_ ¿Y pero después qué vas a hacer? No vas a vivir el resto de tu vida así, ¿o sí?
_ Sinceramente no lo sé, justamente me voy con esa premisa: No saber qué va a ser de mi vida. Si quisiera tener todo resuelto, bien planificado, me quedo laburando acá en el Banco y en 35 años me van a ver comiendo acá en el comedor este mismo flancito con dulce de leche.
_ Bueno pero a no ser algo tráfico, cuando tengas 65 años en algún lugar vas a tener que estar, ¿no pensas en eso, en que si te vas te quedas sin jubilación por ejemplo?
_ Muchachos, prefiero vivir el hoy pensando en el hoy y no en el futuro cuando sea viejo. Parece que nos la pasamos viviendo el presente preparándonos para cuando seamos viejos, pero yo prefiero disfrutar lo más que pueda ahora que tengo energías y luego veré.
_ Y pero vos acá tenés un buen laburo, alquilas un depto copado en pleno Palermo, ahorrás guita todos los meses, te vas de vacaciones todos los años... no es que estás mal.
_ Eso es todo cierto, pero estar bien o estar mal es muy relativo. A ver, yo estoy cómodo, no me falta nada. Lo que no tengo es ganar de levantarme por las mañanas. Quiero que llegue el fin de semana para descansar, no para hacer cosas. Un poco es la edad, pero después me voy dos semanas de vacaciones y ni se me cruza por la cabeza dormir una siesta o quedarme viendo Netflix, está claro que ganas de vivir tengo, pero acá eso se pone en modo stand by. 
_ Igual imagino que acá vas a pedir licencia sin goce de suelo, por un año al menos, ¿o no?
_ No Cris, renuncio. No quiero tener nada a qué volver, por más que después pueda cambiar de opinión. Quiero tener que buscarme la vida, tener que encontrar nuevos rumbos, nuevos desafíos. No quiero saber que la comodidad que hoy tengo acá la puedo recuperar en una cuestión de tiempo. Además es asumir un compromiso que después puedo no cumplir.
_ La verdad que a mí me parece excelente, no sé si no hago la misma en el corto plazo, tengo que decidirme y darle para adelante. Ver que otro lo hace es un pequeño empujón.
_ Coincido Juli, a mí se me juntaron muchas cosas y en el medio de pensarlo mi hermano largó todo, agarró la mochila y se fue de viaje. Imaginate si no me empujó a seguir el mismo camino.

Inténtalo Ahora IV

Pablo lanzó la bomba en la oficina y el efecto fue expansivo, sus compañeros comenzaron a pensar en cómo serían sus vidas buscando un cambio de rumbo. Fue el mismo click que le tocó hacer a él oportunamente, cuando aquel loco cruzaba Córdoba con los segundos goteando y festejando el logro de no haber sido atropellado. Ese mientras tanto previo a la partida permitió transmitirle al resto lo que sentía, que no era del todo claro, sino más bien un fuerte deseo de lanzarse a la aventura y buscar nuevas experiencias, nuevos desafíos, una nueva vida.


El amor, o la ausencia de éste, apuró la decisión. Ese tiempo sólo, sin ataduras, sin proyectos personales, y en el marco de la economía de Dujovne hicieron que todo cerrara: era el momento de darle un giro al timón y cambiar de aires. 


En algún momento del gobierno de Cambiemos los funcionarios, apoyados por los medios de comunicación, buscaron transmitir que quedarse sin trabajo no era algo malo, sino una oportunidad para buscar nuevos desafíos. Claramente este no es el mejor de los escenarios para alguien que tiene que alimentar a su familia, que tiene deudas o que disfrutaba de su trabajo y no quería perderlo, pero para era un síntoma de libertad: El telegrama de renuncia en la oficina del Correo Argentino sobre calle Paraguay le permitió soñar más grande, y quitarse todas las ataduras, la única que aún tenía anclándolo a la Argentina. 


Su cumple 33 fue prácticamente una despedida, se venía un viaje con solo pasaje de ida y una mochila de tan solo 60 litros con todo aquello que necesitaría para el primer tiempo en Oceanía. Un viaje, muchos destinos, y una canción que se le repetía en la cabeza sin detenerse, y que decía "inténtalo ahora".

FIN

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