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FIN

Cuento

Convivencia o Libertad

_ ¿Vas a usar el agua de la pava? 
_ Usala pero rellenala luego.
_ No, no la voy a usar porque está hervida, ¿vos la querés? sino la tiro.
_ ¿Qué tiene que esté hervida?
_ ¿¡¡Vas a usar el agua de la pava o no!!?

 

La verdad era que Germán tenía los huevos al plato de la dueña de la casa que lo tenía a reclamo diario cual empleador opresor del capitalismo extremo. 
 

Hubo un largo silencio por parte de la dueña luego de su exclamación y él no tardó en tirar el agua y cargar una nueva para el mate. Le había perdido la paciencia, cosa que de por sí nunca tuvo mucha.
 

_ Escuchame, ya que estamos. En tres semanas me voy, así que el pago de hoy fue el último y la guita del depósito usala como pagos de las últimas dos semanas. 
_ Y pero yo primero tengo que revisar la habitación para ver que esté todo bien, no te puedo directamente descontar dos pagos porque si después tengo que arreglar algo te tengo que buscar para que me pagues.
_ ¿Arreglar qué si lo único que hay en la pieza es un colchón que no vale ni el 10% de lo que pago por semana? 
_ Bueno, pagame una sola semana y el día que te vas yo te lo reintegro, siempre y cuando esté todo bien.

 

Esta vez Germán se quedó callado, era su manera de hacerse el boludo. El agua estaba lista, por lo que cargó el termo y encaró para su habitación. 
_ Bueno, después vemos. Lanzó antes de cerrar la puerta. 

 

La convivencia era algo difícil de llevar para él, sobre todo luego de vivir sólo durante ocho años en un hermoso departamento de Córdoba Capital. Ahora, mientras viajaba y trabajaba a lo largo de Australia, tenía que adaptarse a diferentes realidades. 
 

_ Olvidate, cuando vivía en la Isla de Tasmania me tocó compartir una cabina con otros dos vagos: un chino y un neozelandés. El primero roncaba como un hijo de puta y el segundo no paraba de tirarse pedos. Pedos feos encima, con olor a podrido. Era casi imposible dormir,  por lo que me tuve que comprar un ventilador y se lo apuntaba al dogor de Nueva Zelanda y hacía todo lo posible para que el viento se llevara el olor para el lado del chino. Se los comía todos el chinito, dormía con la boca abierta siempre. 

Así contaba su paso por el sur del país Germán en una juntada con un grupo de chicas canadienses que también se habían trasladado a Wallaroo, un pueblo cercano a Adelaida, para trabajar en una producción rural. Esta era su segunda experiencia laboral en Australia y prometía ser mejor que la previa. Ahora, su casa era un denominado "working hostel", o sea, un hostel de trabajo. 
 

"Ahora sí, a disfrutar de Australia", pensó Germán al pagar la primera semana de reserva en una habitación privada. Tenía su propio espacio, estaba en un pueblo lindo y tenía un buen trabajo. Creía que era el paraíso, pero se llevaría una sorpresa.

 

Parte II
 

En Tasmania habían sido dos meses de trabajo duro y fueron más duros aún porque a cada jornada laboral aparecía prácticamente sin dormir. Capaz rasguñaba 3 o 4 horas, en un buen día. A veces, como milagro, podía dormirse una siesta, y sino se iba un rato a la playa y cerraba un poco los ojos. El plan por lo menos salió bien, pudo juntar algo de guita para seguir viajando y recorrer el resto de la isla donde habita el famoso demonio.
 

_ Mirá, decí que me quedan 2 semanas, porque sino al chino lo recontra cagaría a trompadas. Encima no vale ni dos mangos, si lo agarro lo mando al hospital. Para colmo, por culpa de estos tenemos una pandemia mundial y yo me vengo al culo del mundo para poder estar en paz y no me dejan ni dormir. Están decididos a cagarnos la vida a todos parece. 
_ Tranqui Ger, yo sé que es una mierda no poder dormir bien, pero pensá que en 2 semanitas vas a estar de viaje, metiendo playita y joda las noches que quieras. Total, recién el mes que viene arrancas en Wallaroo, tenés casi 3 semanas de vacaciones. Aprovecha, olvidate del chino culo roto ese. 
_ Sí culeado, pero se me vienen acumulando las semanas y entre el cansancio del laburo y por dormir como el ojete me dan ganas de levantarme a la madrugada y taparle la cabeza con una almohada.
_ Bueno, ahí por lo menos lo salvas de comerse el olor a pedo del otro loco que duerme abajo. Ambos rieron y cambiaron de tema. Sin embargo, la catarsis era algo recurrente para Germán, sus compañeros de cabina realmente lo tenían sin dormir.
 

Su problema con conciliar el sueño lo había llevado a perder a quién él mismo denominó “el amor de su vida”. Los primeros cuatro años de relación fueron perfectos, seguramente haya sido así por la distancia, pero luego, todo cambió. 
 

Se conocieron en Villa Carlos Paz, lugar donde Valen había vivido gran parte de su vida, pese a ser oriunda de Córdoba Capital. Ya de grande, sus padres decidieron pegar la vuelta, pero ella eligió quedarse por su trabajo y sus viejas amistades. Viajaba seguido de visita, por lo que también podrían haberse conocido en la Capital si no era Carlos Paz. Germán siempre decía: “estábamos predestinados, así que nuestro lugar de encuentro podría haber sido cualquiera”.
 

Pero esa historia de amor perfecta, en la que se veían todos los fines de semana, algunos feriados, vacaciones y alguna otra ocasión especial, cambió cuando ella aceptó la propuesta de trasladarse a la oficina del centro cordobés. Los primeros meses fueron intensificando la relación, ya que, si bien ella vivía con sus viejos, dormía cada vez más seguido en lo de Germán. Claro está, éste se empezó a hinchar los huevos. 
 

_ Mirá, vos sabés lo enamorado que estoy de vos, no hace falta ni que lo diga, pero lo cierto es que últimamente me siento un poco asfixiado, no tengo tiempo para nada porque estamos siempre juntos, y si bien muchas veces te digo que necesito mi espacio siento que te molesta y cada vez te digo menos que quiero estar solo. No quiero arruinar lo nuestro, pero son esas cosas que si uno no las habla a tiempo lo carcomen por dentro.
 

Valen lo entendió, o eso dijo. 
 

Cuando se cumplía más o menos un año desde que había regresado a vivir a la Capital con sus viejos, y cerca de Germán, Valen recibió la noticia de que sus padres finalmente se irían a vivir a San Martín de los Andes donde siempre habían soñado con vivir. Le había salido la jubilación al padre y la idea era alquilar la vieja casa de la familia para completar los ingresos.  Valen se quedaba sin techo y Germán quedaba en jaque. 
 

_ Ger, mis viejos se mudan al sur, van a alquilar la casa y yo me comprometí a buscarme un lugar donde vivir así ellos pueden irse tranquilos. Tengo un par de semana más acá, pero ya hasta me puse a embalar algunas cosas. ¿Qué te parece si nos animamos y probamos la convivencia? Ya hace cinco años que estamos juntos y creo que nos entendemos y la pasamos de diez siempre. Yo estoy lista para dar el paso, ¿vos? 
 

Jaque mate. 

Parte III
 

Puede ser que haya tomado alguna copa de más en aquella fiesta de despedida. Ya tenía el vuelo de Tasmania a Adelaida para hacer una recorrida por aquellos lados antes de ir a su siguiente trabajo en Wallaroo. 
 

Puede ser que haya sido aquella copa, o simplemente la oportunidad de concretar algo que había deseado durante los últimos dos meses y que presentía, lo haría feliz al menos por un momento. 
 

“Me quedé sin el amor de mi vida por no querer convivir y me tengo que fumar que ronques todas las noches” le dijo al Chino, en castellano, con tonada cordobesa, antes de pegarle la primera trompada en medio de la cara. La segunda fue aún más dura porque su zurda estaba reforzada luego de tanto trabajo de campo. 
 

La tercera piña fue a la altura de la oreja y la cuarta casi no tuvo impacto, pero él igual dice que “fueron cuatro, todas en la jeta”. Lo frenaron un par del grupo de trabajo porque si no lo mataba, estaba fuera de sí y había encontrado la manera de descargar la frustración de aquel amor en el cual no pudo lograr ese logro. 
 

_ ¡Loco, tranquilízate, lo dejaste drogui al chinito, casi lo matas! ¿qué te agarró?
_ Se lo dije fácil 15 veces, antes de irme te voy a re cagar a trompadas chino de mierda. Ahí lo tenés, más que merecido. 
_ Boludo, con ese monkey english que tenés no te debe haber entendido, sino no tendría la guardia tan baja. Ahora vos, medís 1,80 y pesas 90 kilos, pobre chinito no llega a los 60 mojado, sos un criminal. 

 

Germán estaba estresado por la repentina salida de Córdoba, el laburo duro de los últimos dos meses, la falta de sueño y el vodka puro que venía tomando desde la tardecita, ante la ausencia de fernet, otro golpe duro para su oscuro presente. 
 

_ Valen, dejamelo pensar. Es cierto que hace muchos años que estamos juntos, pero siento que así estamos bien. Si te mudas conmigo quizás arruinemos todo. Te lo dije hace poco también, yo necesito mi espacio, mi tiempo… si convivimos creo que eso lo pierdo por completo. 
_ Vos me parece que lo que perdés es tu estado mental de soltería, ¿o por qué tantas ganas de vivir solo? 

 

Germán quedó muy dolido frente a ese comentario. Lo había dado todo por ella durante cinco años y siempre encontró en el diálogo la salida a todas las diferencias. Ahora ella planteaba que él quería independencia inmobiliaria para estar con otras minas. Sentía que no podría seguir después de ello. 
 

Ese mismo jueves llamó a su hermano para preguntarle si quería quedarse en su departamento durante al menos un tiempo. Salva le dijo que sí, le venía al pelo ya que estaba podrido de vivir con sus viejos. Con el problema inmobiliario resuelto, sacó una visa de trabajo en Australia y un pasaje de ida para el siguiente domingo.
 

Parte IV
 

No le dijo a nadie que se iba, quería guardar el secreto principalmente para que Valen no supiera que dejaba la Argentina. No porque lo fuera a seguir, o algo por el estilo, sino porque quería evitar la despedida y una discusión eterna que quedaría a mitad de camino.
 

Luego de esas tres piñas, que según Germán fueron cuatro, recorrió durante 3 semanas el resto de la isla de Tasmania y las costas del sur de Australia, en la zona de Adelaida, para luego subir hasta Wallaroo donde se acomodó en el mencionado working hostel. Le esperaban unas 6 semanas de trabajo nuevamente. 
 

Dejó su mochila en el piso y se tiró en la cama. Era una mierda, con un colchón que tenía más olor a culo que el que había en el baño, pero Germán no podía parar de sonreir. Las vacaciones le habían sentado de maravilla, y el presente se mostraba alentador. 
 

“Quiero que rompas mi cama, no mi corazón”, le escribió una chilena con la que había matcheado en Tinder pocas horas antes. Estaba de racha, como que todo estaba saliendo bien, y eso un poco lo preocupaba: creía en que había una especie de “balanza de vida” que siempre se acomodaba. Si todo iba bien, algo malo pasaría. 
 

Pero bueno, pensó que eso capaz que era algo de Argentina, no necesariamente tenía que existir esa balanza en Australia, al fin y al cabo, hacía 3 semanas que venía saliendo todo de 10 y no había tenido ningún contratiempo. Hasta ahora. 
 

Se fue al baño a echarse un caguito y se llevó su celular, como siempre. “Ya que estamos de racha busquemos alguna señorita nueva en Tinder”. La chilena no era del todo de su gusto, aunque seguro le daría una oportunidad, más allá de que las cosas venían saliendo bien, hacía cierto tiempo que no lograba dar con alguien que realmente le gustara. Bueno, podría decirse que aún no había podido superar a quien fuera "el amor de su vida". 
 

Deslizó entre los perfiles, que para variar tenía filtrados por una distancia igual o menor a un kilómetro. Mandó algunos likes y otros para la izquierda, hasta que vio uno que lo dejó anonadado: La mano de Germán comenzó a temblar cuando vio en su celular, en la aplicación de citas, la foto de Valen en plena playa australiana. 
 

“Can you teach me English?” decía la descripción del perfil. Fue una enorme sorpresa y un puñal al mismo tiempo. El amor de su vida en una aplicación de citas, a menos de un kilómetro de distancia de él. “Hija de puta, mirala buscando australianos, la puta madre”, gritó por dentro. Estaba dolido y nervioso, no sabía qué hacer. 
 

La balanza se inclinó bastante: no había papel higiénico en su cubículo. Tuvo que salir del mismo con el culo cagado y sin poder subirse los pantalones para robar un poco de papel del inodoro de al lado. Por suerte había, así que limpieza a fondo y afuera del baño. Estaba apurado, tenía una doble sensación, como que tenía que encontrarla o tenía que huir. 
 

Lo cierto era que Germán nunca le había contado que se iba, mucho menos le había dado una explicación. Cerró sus redes sociales, cambió su número de teléfono al llegar a Australia y desapareció del mundo que lo conocía. Su hermano había jurado que no le contaría a Valen a dónde estaba y había cumplido.

Germán bajó las escaleras y fue por un poco de agua a la cocina. Agarró un vaso de la estantería, y sí, estaba sucio. Y fue justamente mientras lo lavaba que escuchó a Valen que venía caminando por el pasillo, enviando un mensaje de voz por Whatsapp. Germán quería meterse adentro de la pileta, no sabía dónde esconderse, pero sabía que lo descubriría hiciera lo que hiciera. No tenía opción, era el momento de enfrentarla, no tenía escape. 
 

_ Hola Valen… Mirá donde nos venimos a encontrar...
 

Valen lo miró completamente sorprendida. No tenía palabras, estaba helada. Fueron varios segundos recontra incómodos para ambos y para los siete japoneses que miraban desde la mesa. Obviamente no entendían un carajo lo que estaba pasando. 
 

Valen miró para abajo, como pensando. Necesitaba tomar una decisión sobre qué hacer en ese momento, no estaba preparada en absoluto. Germán por lo menos había tenido la alerta de la aplicación. 
 

Titubeó unos segundos, dio media vuelta y siguió su camino. Valen, que tenía la mochila puesta ya que recién había hecho el check in en el hostel, decidió caminar derechito hacia la salida y hasta la terminal de ómnibus. Tomó el primer micro hasta Adelaida y de ahí un vuelo a Sidney. 
 

Germán volvió a su pieza luego de beber un vaso con agua y se recostó nuevamente en la horrenda cama que ofrecía el hostel. Miró hacia el techo pensante y recordó el momento que había vivido instantes atrás. Primero sonrió y luego se cagó de risa. No podía creerlo, pero había terminado. “Ahora sí”, dijo en voz alta, “bienvenido al primer día del resto de tu vida”. 

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