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Soy de Argentina

“A ustedes les pongo todas las fichas, tuve argentinos en el equipo en el pasado y fueron los que más me rindieron”. Así nos recibía el supervisor de la empresa Riverlock en nuestro primer día de trabajo. 


No conocía a Iván ni a Josefina, coincidimos en ese arranque de temporada de Prunning, uno de los laburos más duros que nos había tocado enfrentar durante nuestro paso por Nueva Zelanda. Ellos eran pareja, habían venido juntos de Argentina y afortunadamente ambos habían conseguido obtener la tan deseada Working Holiday Visa. 
 

Ser de Argentina estando afuera puede ser bueno o malo dependiendo las huellas que hayan dejado otros, por eso es tan importante siempre tratar de hacer un paso positivo por cada lugar, siempre va a haber un, o una, compatriota que va a venir posteriormente. 
 

“A la noche vamos todos al bar del pueblo, se arma karaoke y la verdad que está lindo, venite con la banda” le dije a Chin, una compañera del laburo de recolección de cerezas procedente de China. “¿Quiénes va, todo tu grupo de argentinos? No, gracias, paso, conozco cómo son, todos chamuyeros”. 
 

Algunas diferencias culturales se hacen muy notorias, especialmente con los países asiáticos, las distancias en las formas son abismales. Igualmente, esa distancia muchas veces genera cierta atracción, los latinos y las latins en general y los argentinos y argentinas en particular, somos considerados “pasionales”, por lo que muchas veces despierta interés. 
 

“Messi, Maradona” es parte de nuestro reconocimiento a nivel mundial, como también lo es el Papa Francisco en algunas personas, Los Pumas (en estos lados del mundo) y uno hasta me llegó a nombrar a Manu Ginobili. 
 

La conducta de aquellas personas famosas también marca nuestra identidad como argentinos en el resto del mundo. En un picadito de fútbol con un par de italianos y franceses me decían “Messi” para pedirme la pelota. Bueno, los primeros 4 o 5 minutos, después del papelón que estaba haciendo me empezaron a llamar por mi nombre. 
 

Iván y Josefina fueron los dos primeros en renunciar al laburo de Prunning. Eran los más lentos del equipo, discutían entre ellos, se tomaban el doble de tiempo de descanso y hasta se habían olvidado de traer las herramientas dos veces en una semana. Se fueron antes de que los fueran. 
 

Sentía que de alguna manera tenía que mejorar esa imagen, porque los argentinos estábamos bien vistos y el laburo nos lo habían dado en parte por aquellos antecedentes que habían marcado una buena tendencia. No pude, duré un día más y renuncié después de ellos.  
 

A veces la presión está. Cuando alquilé una habitación en Papamoa, luego de un tiempo en el que gané confianza con la dueña de la casa, me dijo “la verdad que casi te digo que no porque tuve muy malas experiencias con argentinos en el pasado. Uno me cagó un proyecto enorme cuando trabaja en Unilever, lo hicimos juntos y fue y lo presentó sólo un día que yo me ausenté a la oficina”. 
 

Por suerte hay gente que evita generalizar y no meter a todos en la misma bolsa, pero no podemos negar que los seres humanos vivimos de estereotipos y no es fácil deconstruirse cuando tenemos ciertos imaginarios sobre determinado grupo social, nacionalidad, etc. 
 

Claro que lo ideal justamente es poder romper con esas construcciones y ver a cada ser humano como la persona que es y no por el grupo al que pertenece, pero es una especie de mecanismo de seguridad que adoptamos culturalmente. Bueno, también se usa en marketing para categorizar públicos objetivos y realizar ventas con un mensaje común, claro. 
 

“Ustedes los argentinos no nos quieren a nosotros los nepaleses, así que vos, Leandro y Francisco se pueden ir bien a la mierda” me dijo mi jefe en plena fiesta de despedida cuando finalizamos la temporada de Kiwis en mayo de 2020. 
 

Me le reí en la cara y le dije que los argentinos no sabemos ni dónde queda Nepal, “tu país ni existe en los mapas que estudiamos en Argentina”, le repliqué. No le gustó mucho y casi terminamos a las trompadas. Nos separaron Joe y Jay, dos ingleses con los que habíamos hecho una linda amistad. 
 

Llamativamente, cualquiera pensaría que existiría una especie de rivalidad con aquellos dos británicos, pero en absoluto, existía un cariño y un respeto que se construyó día a día con charlas profundas sobre las políticas de nuestros países, sobre la historia de Inglaterra y puntualmente sobre el conflicto de Malvinas del cuál ellos consideraban completamente injusto para nuestro país.
 

El jefe volvió a tocar el tema del odio argentino sobre su patria frente a Leandro, que tenía un porcentaje similar de alcohol en la sangre que el nepalés. Ahí sí la cosa escaló para peor y hubo empujones y forcejeos. La fiesta llegó a su fin, cada uno siguió su camino y nunca más volvimos a cruzar palabra con nuestro empleador. 
 

Siempre me quedó la incógnita, ¿por qué esa idea de que los argentinos odiábamos a Nepal? Seguramente alguna mala experiencia del pasado. Lo otro que no llegué a entender, es por qué nos contrató en un principio… Quizás necesitaba la gente, o quizás éramos buenos laburadores más allá de su odio interino.
 

Habían sido 3 meses de trabajo en equipo y la relación con él siempre había sido buena, por parte de los 3 argentinos que integrábamos el equipo. Bueno, casi toda la temporada, porque sobre el final Leandro tomó prestada una de las camionetas de la empresa y se fue a pasar un fin de semana en las playas de Bay of Plenty. 
 

En mi relato “2 Ruedas en el Camino” conté la anécdota de cuando Los Pumas le ganamos a los All Blacks. Vi el partido, más allá de que no tengo ningún tipo de interés en el Rugby en general, ni en nuestro seleccionado en particular, con un tipo mitad Kiwi (como se le dice a los neozelandeses) y mitad inglés. 
 

Me felicitó por el triunfo y me dijo que nunca olvidaría que justo ese partido histórico (por ser la 1ra vez que Los Pumas vencían a los All Blacks) lo vi junto a un argentino. “Creo que esta noche tenés que salir a caminar y decirle a todos los que te cruces que sos de Argentina”, me dijo entre sonrisas. 
 

Se puede ser migrante por diferentes motivos: muchos buscan una mejor calidad de vida, nuevos desafíos, mayores ingresos económicos, estabilidad financiera, mayor seguridad y menor delito, “un futuro mejor”, etc. En mi caso, yo solo quería viajar, por lo que Nueva Zelanda no es el destino, sino una parada (siempre y cuando se resuelva la situación del Covid). 
 

Lo importante, más allá de habernos ido, es levantar nuestra bandera con orgullo, porque somos argentinos y no somos de ningún otro lado, nunca hay que olvidarse de las raíces.  
 

Este tipo de historias se repiten en cada país, en cada experiencia de argentinos viviendo afuera. Muchos más van a emigrar, más allá de que Argentina no sea uno de los países con altos números de migrantes, por lo que siempre es bueno hacer buena letra y abrirle puertas a aquellos que van a partir.  
 

Por lo que siempre es vital hacer quedar bien a nuestra nación, o al menos intentarlo, para que cada uno de los que tengan que emigrar puedan decir con voz alta y sin ningún temor: “Soy de Argentina”. 

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