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El Último Ferry a Picton

Como ocurrió en el inicio de la Pandemia y en los pequeños outbreaks que surgieron posterior al mismo, la Isla Sur de Nueva Zelanda se mantuvo con la valla invicta en cantidad de casos a diferencia de la Isla Norte que sufrió golpes en diferentes ciudades, pero principalmente en Auckland, la más poblada del país.

 

La noticia recorrió los diarios del mundo: Nueva Zelanda declaraba un lockdown total del país a raíz de un caso de Covid en Auckland, luego de muchos meses de paz y un enorme "cero" en el número de contagios de Coronavirus.

 

Un solo caso y cuarentena total: Algo olía mal. Claramente, las autoridades no sabían mucho sobre el origen de este contagio y posiblemente la persona que dio positivo en el testeo no era el primero en contagiarse, sino que había otros casos en la comunidad esparciendo el virus y los positivos seguramente serían muchísimos más que aquel identificado en el barrio de Devonport.

 

Comenzó el lockdown y comenzó la crisis. La oposición y los medios de comunicación opositores comenzaron a caerle al gobierno por no haber hecho un plan de vacunación lo suficientemente masivo para no sufrir un golpe pandémico, cuando la mayoría de los países del mundo ya habían liberado sus restricciones y aquellos con la doble dosis de vacuna podían volver a cierto tipo de "vida normal".

 

El gobierno neozelandés comenzó a apurar la vacunación y la gente, con miedo de que el virus se expandiera rápidamente, se acercó en manadas a darse la Pfizer, única marca autorizada en el país (otro gran reclamo de ciertos sectores). Efectivamente, la pequeña nación oceánica sufría el derrame de la cepa Delta: los casos comenzaron a multiplicarse en la gran ciudad de Auckland.

En el resto del país, excepto por algunos positivos que aparecieron en Wellington y Coromandel, pero que estaban linkeados a aquellos en Auckland, no hubo nuevos casos. Al cabo de un par de semanas se declaraba una baja en el nivel de restricciones en todo el territorio, excepto por Auckland: de Level 4, se bajaba a Level 3. Dos semanas después, un nuevo paso hacia la libertad: aquellos en Level 3 bajábamos a Level 2. La gran ciudad seguiría en cuarentena total.

 

En Level 2 la principal ventaja es la de poder viajar entre regiones, por lo que ni bien se decretó esta modificación muchísima gente comenzó a moverse por miedo a un nuevo incremento en las restricciones. Fue en ese momento en que sufrimos la primera baja en el equipo de trabajo: Vangi renunció y encaró rápidamente hacia Wellington para tomar el ferry a Picton.

Wellington es la Capital de Nueva Zelanda y es la ciudad más sureña de la Isla Norte. Picton es un pequeño pueblo en el extremo norte de la Isla Sur. Los barcos Bluebridge e Interislander realizan este trayecto diariamente, conectando las dos islas y trasladando tanto pasajeros como vehículos.

Todavía nos quedaban varias semanas de trabajo en la montaña haciendo la temporada de Ski en Whakapapa, uno de los puntos más altos de la Isla Norte. Sin embargo, muchos comenzamos a planificar el siguiente paso, con la situación de la Pandemia no era para nada inteligente que un Lockdown te sorprendiera en el medio de la nada, sin hospedaje y sin trabajo.

Cuando tenía todo más o menos arreglado para irme a trabajar a Russell, una pequeña isla en el norte de Nueva Zelanda, frente a la preciosa ciudad de Pahia, apareció un caso de Coronavirus en la zona y toda la región subió a Level 3. De manera que mi puesto quedó en Stand By y yo rápidamente comencé a buscar alternativas.

Con esta modificación en el mapa, gran parte de la Isla Norte, de mitad hacia arriba, se encontraba en Level 3 y Level 4 y el resto del país, incluyendo la totalidad de la Isla Sur, en Level 2.

 

Si había algo en lo que todos coincidíamos era que no había mejor lugar para estar que la Isla Sur, y qué mejor lugar para disfrutar el verano que en la zona de Nelson, donde se encuentra uno de los parques nacionales más hermosos del país: el Abel Tasman.

Apliqué para trabajar en la recepción de un Holiday Park en Nelson y tuve la suerte de pasar con éxito las dos entrevistas y quedar seleccionado. Me dieron como fecha de arranque el 6 de diciembre, por lo que contaría con varias semanas de descanso ya que la confirmación llegó a comienzos de octubre.

 

A tan solo dos semanas del fin de la temporada, un rumor comenzó a pisar con fuerza en la montaña: Aparentemente había un nuevo caso de Covid en Taumarunui, un pueblo a tan solo 50km de distancia. Ese día empezó el caos y el pánico a quedarse encerrado en la montaña por tiempo indeterminado.

Esa misma tarde fueron cinco los integrantes que abandonaron el equipo: Joe, Charlie, Alex, Danielle y Karo. Se terminaba una era, la del mejor equipo de alquileres que tuvo la montaña en los últimos 50 años (?).

A la mañana siguiente salieron disparados hacia Wellington donde pasarían la noche a la espera de tomar el primer ferry a Picton la mañana siguiente. La población de la Isla Sur reclamaba que cierren todos los puntos de conexión con la Isla Norte, pedían que por favor éste fuera el último ferry a Picton.

Mientras tanto yo seguía en Whakapapa, con tantas bajas no me animaba a abandonar el equipo: se venían dos semanas de vacaciones escolares y cada vez éramos menos para afrontar los visitantes que recibiría el centro de ski. Me la jugué y aguanté los últimos 10 días con la esperanza de que no hubiese un nuevo cambio de niveles.

El rumor de Taumarunui se fue diluyendo y el Ministerio de Salud confirmó que no había nuevos positivos en la región. Todo seguía normal, aunque el miedo era cada vez mayor. Era el momento de mover.

Tenía ganas de recorrer un poco antes de mudarme a Nelson, pero me contactaron del Holiday Park para ofrecerme un cambio en mi fecha de inicio: No sería el seis de diciembre, sino el ocho de noviembre. A su vez, en lugar de terminar mi contrato el quince de enero, terminaría el treinta.

 

Acepté la nueva propuesta y al día siguiente de terminar la temporada de invierno me fui a conocer la ciudad de Whanganui, a unas tres horas al sur de donde estaba, de camino a la Capital.

Mi amigo Richard me ofreció su casa en Wellington ya que se iba una semana de vacaciones a una playa cercana. Obviamente dije que sí: estaría un total de diez días en la ciudad y luego cruzaría a la Isla Sur.

Boleto en mano, todo organizado, dos días antes de viajar ocurrió lo peor: Caso positivo de Covid en Blenheim, una pequeña ciudad a tan solo 26km al sur de Picton y de camino a Nelson, a unos 120km. Esta vez no era un rumor, era tapa de diario y se trataba de un tipo que había viajado en avión desde Rotorua, por lo que Wellington de momento estaba a salvo. Me reconfortaba saber que en el peor de los casos estaría “atascado” en la Capital y sin tantas restricciones.

Mientras se realizaban testeos masivos en la zona afectada y el gobierno debatía si cambiar la región a Level 3 o no, diferentes sectores de las principales ciudades de la Isla Sur: Christchurch, Queenstown y Dunedin, pedían a gritos que pusieran a Blenheim en cuarentena y que suspendieran de una vez por todas los aviones y barcos que conectaban las dos islas.

Llegó el día de viajar, mi ferry salía a las dos de la tarde y el gobierno daría un anuncio a las 13hs para comunicar si la región de Marlborough (compuesta por Picton, Blenheim y alrededores) subiría a Level 3 o no. Si eso ocurría, aún tenía una opción: tomarme un vuelo de Wellington directamente a Nelson. Eso siempre y cuando no anunciaran que esta región vecina también cambiaría de nivel, o incluso la totalidad de la Isla Sur.

 

Esa mañana me fui a la playa pensando en que no había mucho que pudiera hacer: si se decretaba una cuarentena en dichas regiones se cancelaría el ferry y no podría viajar, posiblemente tampoco llegaría a arrancar con el laburo y me quedaría un tiempo en Wellington a ver si salía algo.

Armé mi bolso y me preparé para ir al puerto, me tocaría escuchar el anuncio esperando la salida del Ferry ya que me pedían hacer el Check-In una hora antes. Llegué con tiempo ya que me llevó Richard con su auto y cuando despachaba mi mochila la asistente me dijo con una sonrisa: “bienvenido al último ferry a Picton”.

“¿Salimos igual si anuncian que la región sube a Level 3?”, pregunté dubitativo, y la asistente me dijo que sí, ese ferry sería el último.  Ahora tenía otro problema que resolver en mi cabeza: si efectivamente la región de Marlborough aumentaba sus restricciones, ¿querría abandonar una ciudad en Level 2 para meterme en una de Level 3 sin saber cuándo se calmaría el asunto?

 

Afortunadamente, Jacinda anunció que el caso de Blenheim era un positivo de bajo impacto y las chances de contagio eran mínimas. Las personas de su vínculo arrojaron resultados negativos, por lo que se declaró que no había necesidad de incrementar el nivel en ningún punto de la Isla Sur.

 

Y ahí estaba yo, en el último ferry a Picton, por encarar mis últimos diez días de vacaciones antes de comenzar un nuevo trabajo en una nueva industria, en una nueva ciudad, lejos de la nieve y a pasos de la playa.

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